La
señora se levantó y vino hacia mi. Me abrazó igual que lo hizo
ella.
-Hija
mía, no vuelvas a darme estos sustos... Mi corazón ya está viejo y
un ataque de estos, nuevamente, no lo soportaría.
-Lo
siento.
-Tranquila
hija. -Me acarició el pelo- Yo soy tu abuela. Abu solías llamarme.
-Sonrió-
-Entiendo.
Entonces -Desvié la mirada hacia el otro señor- tu eres mi abuelo?
-Así
es querida. -Sonrió- Como ves no estoy para muchos trotes. Anda, ven
a darle un achuchón a este viejo trasto.
Sin
pensarlo dos veces le abracé. Mi corazón latía demasiado rápido y
mi estado emocional se podría describir que estaba por las nubes.
Tenía familia.
-¿Es
que no piensas decirle nada a tu padre o que? -Preguntó el chico
moreno-
-Claro.
-Dudé-
Me
acerqué a él y le abracé. Olía a colonia, una colonia que se me
hacía demasiado familiar. Enterré mi rostro en su cuello e inspiré
su olor.
–
-Papá,
papá. -Grité- Quiero que me balancees, quiero tocar las nubes, como
Heidy. -Dije mientras intentaba columpiarme- Venga papá. Empuja más
fuerte -Volví a gritar-
-Te
podrías caer cariño. -Dijo con una voz dulce-
-Venga
papá, por favor -Hice pucherito-
–
-Te
dije que te ibas a caer. ¿Porqué no me escuchas cuando te hablo?
-Habló con cierto enfado-
-Lo
siento papi -Lloré- lo siento. -Me abracé a él-
-Tranquila
cariño, solo ha sido un rasguño. Perdóname por regañarte, pero no
quiero que te hagas daño.
-Eres
el mejor papi del mundo -Besé su mejilla- Y hueles muy bien. -Me
sonrojé-
–
Una lágrima cayó por mi mejilla. ¿Eran ciertos esos
recuerdos? Papá notó que lloraba y me separó de él.
-Se que soy feo, pero no llores. -Reí-
-No seas tonto... -Limpié mis lágrimas- Hueles muy
bien -Susurré-
Papá se tensó, y me achuchó contra él, soltando un
sollozo.
-Oh, mi niña... mi preciosa niña -Acarició mi pelo-
Ojala pase rápido este infierno.
-Te quiero papi. -Susurré-
-Mi bebé. -Volvió a sollozar-
-Ya, no llores más. -Me separé de él- Gracias por
haber venido -Sonreí-
-No des las gracias, no puedo dejarte sola, no en estas
condiciones. -Besó mi frente-
Me acurruqué en el pecho de mi padre. La noche pasó
volando. Todos hablábamos y mis abuelos me contaban historias de
cuando era pequeña. Papá me estrechaba contra él y me susurraba
muchas veces que me quería y que él haría lo posible para que
recuperase todos los recuerdos que me pertenecían. Lindo ¿Verdad?
Se hizo tarde. Mis abuelos y mis padres se fueron de
casa, llevándose con ellos a la pequeña perrita que teníamos.
Ayudé a Álvaro a recoger todo. No volvimos a hablar desde la
discusión de esta tarde. No quería verle, no quería tocarle, no
quería dormir con él. Así que, cogí mi pijama y mi almohada y me
fui al cuarto de invitados. Allí por lo menos estaría mejor.
No dormí en toda la noche. No podía dejar de pensar en
mi padre y en lo bien que me había sentido al tenerle cerca. Sentía
como mi corazón se saldría de mi pecho en cualquier momento. Estaba
feliz, feliz porque sabía que tenía padres, feliz porque sentía
que, a parte de él, tenía a más gente que me quería a mi lado,
feliz porque sabía, que yo quería muchísimo a mi padre. Lo sabía,
lo notaba.
Sentía como papá era, algo así como, mi héroe, mi
ejemplo a seguir, mi amigo y confidente. Era extraño que sintiera
todo eso, pero lo sentía. Sentía gran admiración hacia él. Sentía
que, sin él, yo no sería nada.
Entre tanto pensamiendo, me quedé dormida en cuanto
menos me lo esperé.
Me desperté el día siguiente, sudada y con la
respiración accelerada. Otra vez. Otra vez había soñado con la
pelea. Con aquella horrible pelea. ¿Porqué no podía soñar otra
cosa? ¿Porqué tenía que soñar eso? Solo me hacía daño. Esa
pesadilla me hacía mucho daño.
Me levanté y fui al baño, a lavarme la cara para
despejarme. Entré en la habitación de la pequeña y la vi, estaba
tranquila, moviendo sus pequeñas manos y con los ojos abiertos. La
cogí con cuidado y me senté en el balancín. La pequeña movía la
cabeza desesperada por comer
Bajé a la cocina y preparé su biberón con un poco de
dificultad, ya que la tenía a ella en mis brazos. Cuando le acerqué
el bibe, se enganchó a él desesperada. La miraba. La contemplaba.
Miraba como chupaba de él y escondía su cara con su pequeña mano,
como si la estuviera intimidando. Solté un grito, cuando intenté
volver a ponerle el bibe, no controlé donde tenía el dedo y me
mordió. A pesar de que no tuviera dientes, me dolió.
-Maldita, no muerdas tan fuerte -Susurré-
Él se asomó por la puerta, asustado.
-¿Que ha pasado?
-Nada -Respondí seca-
-No hubieras gritado si no fuera nada.
-Solo me mordió el dedo. ¿Contento? -Le miré- Ahora
vete.
Él asintió y se fue. Así, sin más. ¡Quien le
entiende!
Cuando la niña acabó de comer, la dejé de nuevo en la
cuna. Dormida. ¡Quiero ser un maldito bebé!
*
Habían pasado dos meses. Desde esos dos meses, no he
vuelto a recordar nada más. Desde esos dos meses, sueño con la
misma pelea. Las cosas entre él y yo estaban frías desde la pelea.
Él no paraba en casa casi nunca, vete a saber que hará. Nos
hablamos lo necesario.
Desde el día que decidí dormir en el cuarto de
invitados no he vuelto a dormir más en la habitación con él. ¿Para
que? Si no recuerdo nada.
Àlex me llamaba un día de la semana para quedar con
él. Me sentía cómoda con él. Demasiado para mi gusto ya que, a
pesar de todo, tenía un respeto por él solo por el echo de que
estaba casada con él.
Àlex hacía que me sintiera en las nubes. Despertaba
cosas en mi. Hacía que me sintiera nerviosa cuando le iba a ver,
hacía que mis manos sudasen y temblasen. Hacía que tartamudeara. Me
sentía bien a su lado, me sentía segura.
Sentía que la historia se volvía a repetir. Y la
verdad es que no tenía ni idea de porqué lo sentía. Pero no iba a
detenerme. Me gustaba estar con Àlex. Me hacía sentir bien y segura
a su lado.
Hoy, como cada día de la semana, Àlex me había
llamado, me había dicho para quedar e ir a tomar algo. Como de
costumbre, él no estaba en casa y yo estaba con la niña. Obviamente
le dije que si, así que preparé a la pequeña, preparé su carrito
y fui hasta donde había quedado con él.
Al llegar, Àlex ya estaba allí, sentado en el banco
esperándome. Me acerqué a él con cuidado y tapé sus ojos.
-¿Quien soy? -Pregunté con una voz más afinada-
-Dejame pensar... la chica hermosa con la que he
quedado.
-¡Has acertado! -Solté una risita-
-Por fin has llegado. -Sonrió-
-Lo siento, pero he tenido que preparar a la peque
-Sonreí-
-Es preciosa -Dijo mirándola.- Es igual que tu
-Bueno, no se que decirte -Solté una pequeña
carcajada-
Àlex llevaba el carrito de la pequeña, mientras que yo
iba a su lado, contemplándolos con admiración. ¿Como un chico, que
apenas conocía de hacía dos meses, hacía que me sintiera segura a
su lado? Simplemente, era algo mágico.
Nos sentamos en la terraza de un bar. Àlex pidió por
ambos y nos quedamos hablando de todo un poco. Entre risa y risa, no
pude evitar fijarme en una melena morena que se me hacía bastante
familiar.
La pareja de esa mesa se levantó, dejándome ver el
rostro de esa persona. Sin duda, era él. Sonreía nada mas mirar a
la chica. Pasó su mano por detrás del cuello y la apoyó en su
hombro, acercándola a su cuerpo. Algo en mi interior despertó. Me
sentía enfadada o indignada, no supe reconocerlo.
Él desvió la mirada hacia nosotros y se soltó de la
chica, está le miró extrañada y miró hacia nosotros. Él le
susurró algo en el oído y ambos se fueron. Sentía como si me
hubieran dado una patada en el estomago. Me sentía como si hubieran
pisoteado mi corazón. ¿Porqué me sentía así?
-¿Que te pasa? -Preguntó Àlex sacándome de mi
burbuja-
-Eh? Nada, no me pasa nada -Intenté sonreír-
Pasamos toda la tarde riendo en esa terraza.
Sinceramente pasar el rato al lado de Àlex era lo mejor que podía
hacer. Cuando se hizo tarde me acompañó a casa. Como siempre, se
despedía con un abrazo. Fui a darle un beso en la mejilla, cuando
este giró su cara y nuestros labios se rozaron.
Noté como mis mejillas ardían. Noté como se puso
colorado en menos de un segundo.
-Lo siento... -Agachó la cabeza-
-No lo sientas. -Dije sin pensar-
Àlex levantó su cabeza y con cuidado, se fue acercando
a mi, hasta que nuestras frentes se juntaron.
-Sabes? Hacía mucho tiempo que no sentía tus labios.
-Rozó su nariz con la mía-
-Ni siquiera se como se sienten tus labios sobre los
míos -Susurré-
-Eso lo puedo arreglar cariño.
Poco a poco se acercó hasta mi. Nuestros labios
chocaron. El beso era extremadamente lento. Dentro de mi, se había
montado una fiesta entre las mariposas y los cohetes artificiales.
Pasé mis manos al rededor de su cuello, acercándolo más a mi
mientras que él rodeaba mi cintura con sus brazos, atrayéndome a su
cuerpo. Me separé de él cuando necesité coger aire.
-Tal y como los recordaba -Lamió sus labios-
-Idiota -Golpeé su hombro y solté una pequeña
carcajada- Tendría que entrar ya -Suspiré-
-Será lo mejor. No quiero que la pequeña se enferme.
-¿Me llamarás?
-Cuando quieras. -Dijo mientras rodeó mis caderas con
sus brazos- Buenas noches Míriam.
Juntó sus labios con los míos y se marchó como alma
se lleva el diablo. Me quedé embobada mirando como se iba. Porque
era perfecto? Porque lo sentía así?
Entré a la casa. Dejé el carrito a un lado y cogí a
la pequeña, que se había dormido después de haberle dado la toma.
Subí con cuidado su habitación y la dejé en la cuna. Cuando giré
para irme, solté un pequeño grito. Llevé las manos directamente a
mi corazón.
-Tu eres idiota o que? -Susurré- Me has asustado.
-No pretendía asustarte. -Murmuró seco-
-Que te pasa? -Le miré-
-Nada, solo quería ver a mi hija. -Se acercó a su
cuna-
-Pues ahí está. Se durmió después de que le diera la
toma.
-Porque te la has llevado? -Se giró para verme-
-No iba a dejarla sola en casa -Respondí seca-
-Podrías haberme llamado.
-Para que? Últimamente estás muy ocupado, ni siquiera
pasas tiempo con tu hija... Para que iba a ponerte un peso más
encima? Seguro que a esa chica le molestaría.
-No le hubiera molestado.
-Paso de discutir. -Me fui del cuarto-
-Que hacías con Àlex?
-Eso a ti desde cuando te importa?
-Te recuerdo que estamos casados?
-Te recuerdo que no recuerdo nada? Estoy echa un lío.
Llegas tu y me plantas una vida feliz, con una casa, un cuento de
hadas, una hija... Te has parado a pensar alguna vez como me siento?
No recuerdo nada. No recuerdo como te conocí, como empecé a hablar
contigo, lo que hacía contigo, no recuerdo quienes son mis amigos,
no recuerdo los nombres, no se quien soy. -Estallé en llanto- Porque
simplemente no me dejas en paz? Me da igual que mi antigua yo hubiera
estado casada contigo, me da igual lo que fuera antes. Esa Míriam ya
no está. Se fue. Se murió. Porque no lo entiendes? Yo... Yo ni
siquiera se si te amo.
Error. Fue un error haber dicho eso.
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MI BELLA TRAICIÓN CAPITULO OCHO! http://areyouwannamakemyday.blogspot.com.es/2014/03/capitulo-8.html
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