POV
ÁLVARO.
Después
de que ella se fuera, fui a casa y como quien dice, reflexioné sobre
lo hablado. La verdad es aque ella tenía razón, no iba a tirar
todos estos años a la basura. No debía y no podía. Soy un completo
gilipollas.
-Siento
lo de esta mañana -Me disculpé con Dani y María-
-No
te preocupes, pero sabes que Marta tienes razón.
-Dani
tiene razón Álvaro, debes arreglarlo. -María acarició mi mano-
-Lo
sé, lo sé tanto como se que Míriam no me perdonará así de fácil.
-Ella
te necesita, sabes que lo hace. -Intentó sonreír-
-No
es tan fácil María, se supone que debería estar a su lado en lo
bueno y en lo malo. Lo juré y mira lo que estoy haciendo. Soy una
mierda. -Suspiré-
-No
seas idiota Bro. Ya la cagaste una vez, no lo hagas una segunda.
-Descansa
por hoy y mañana ve a su casa, intenta arreglarlo. Se que ella te
perdonará, tarde o temprano lo hará.
Asentí
y la abracé. Subí a la que ahora era mi habitación y me tiré
encima del colchón. Lo mejor será que luche por ella, antes de que
el idiota de Àlex se la lleve. Antes de que me la saque.
*
A
la mañana siguiente me arreglé, pasé por la floristería que había
cerca de casa de Dani y pedí que me hicieran un ramo de rojas con
alguna que otra blanca.
Cuando
lo tuve ya en mis manos, salí dirección mi antigua casa. Estaba
nervioso y las piernas me temblaban. Me sentía tonto al sentirme
así. Cuando estaba delante de la casa, respiré hondo y toqué el
timbre un par de veces.
Una
Míriam dormida y con el pelo revuelto abrió la puerta. Se veía tan
tierna.
-¿Que
haces aquí? Todavía no he firmado los papeles, si es a lo que
vienes. -Se apartó de la puerta y entró hacia dentro-
-No
he venido a por los papeles.
-¿Entonces?
¿Vienes a por la niña? Acaba de dormirse después de darme la lata
toda la noche. -Hizo un mohín-
-Tampoco
vine a eso.
-¿Entonces?
-Esto...
-Suspiré y cogí aire. Sin decir nada, estiré el brazo donde
llevaba el ramo hacia ella-
Abrió
la boca en una pequeña “o”. Miró el ramo, me miró y volvió a
mirar el ramo.
-¿E-esto
es para mi? -Asentí- ¡Oh dios mío! -Se llevó las manos a la boca
y cogió el ramo- Son preciosas.
Se
dirigió a la cocina, cogió un jarrón de cristal, lo llenó de agua
y las puso allí. La miré enternecido. ¿Como podía ser tan
hermosa? Sin duda, era un capullo por no verlo.
-Yo...
bueno... -Rasqué mi nuca- Quería pedirte perdón.
-¿Perdón?
¿Porqué? -Arrugó las cejas-
-Amo
cuando arrugas las cejas. -Susurré mientras pasaba una mano por su
ceño fruncido- Vine a pedirte perdón porque soy un cobarde de
mierda. Se que prometí cuidarte en la salud y en la enfermedad, lo
juré, y como una mierda que soy no soy capaz de cumplirlo. Estoy
dejándote ir contra mi voluntad, no quiero perderte, no otra vez.
-Acaricié su mejilla- Eres lo más bonito que la vida me ha podido
dar, incluyendo a la pequeña Leire. Y no dejaré que entre nosotros
se interponga el estúpido de Àlex. No pienso pasar por eso, no de
nuevo. Perdoname. -Dije mientras chocaba nuestras frentes-
-Estás
muy equivocado si piensas que de un día para el otro te voy a
perdonar. -Suspiró- Las rosas... ha sido un detalle hermoso, pero no
puedo. -Se separó- Te pedí que no me dejaras, te dije que eras el
único en ese momento que estaba conmigo, el único en quien confiaba
y aún así te marchaste. No sabes lo mal que lo he pasado, no sabes
lo mal que me has echo sentir. Dime, ¿Como se supone que me debo de
tomar, si de un día para el otro me entero que soy amnésica, que
tengo un marido, que vivo con él y es el único que se ha ganado mi
confianza y, aún así, termina largándose porque dice que no lo
soporta más? ¿Crees que a mi me hace gracia esto? ¿O que es un
juego? Porque sinceramente, estás muy equivocado. -Vi en sus ojos
lágrimas- Eras el único y tu... tu... -Su voz tembló- me
abandonaste, dejaste de luchar por mi. ¿Porqué?
-Soy
un capullo, lo sé. Pero estoy aquí, estoy aquí para ayudarte.
Pienso hacer lo imposible para que recuperes tu antigua vida, para
que salgamos adelante.
-Me
enviaste los papeles del divorcio -Dijo dolida-
-Rómpelos,
quemalos... haz con ellos lo que quieras. Pero ahora más que nunca,
estoy dispuesto a luchar por ti, haré que te enamores de mi como lo
estabas, haré que vuelvas a confiar en mi. Seremos la familia que
siempre soñaste. Te lo juro, mi amor.
Pude
ver como esas lágrimas que se guardaba por ellas, salían poco a
poco, resvalando por sus mejillas. Pasé las yemas de mis dedos
secándolas y la apreté contra mi cuerpo.
-Solo
te estoy pidiendo una oportunidad. Si ves que, en un tiempo, no
consigues enamorarte de mi, entonces, me daré por vencido. Me
retiraré y tu podrás ser feliz con quien quieras. Pero solo te pido
eso, solo te pido que me des una oportunidad de enamorarte, por
favor.
Míriam
se me quedó mirando, mordió su labio inferior y pasó su mano por
debajo de su nariz. Suspiró y se aferró en mi pecho, escondiendo la
cabeza en el.
-Si
te doy otra oportunidad... ¿prometes no volver a fallarme?
-Lo
prometo princesa. Cuando tu digas vasta, yo me iré y te dejaré en
paz.
-¿Y
si se me sacan las ganas de seguir en adelante, pero quiero que sigas
a mi lado? -Preguntó mientras agarraba mi camiseta entre sus puños-
-Estaré
aquí contigo.
-¿Y
si no recuerdo nada, pero me enamoro de ti?
-Entonces,
te explicaré todas las veces que quieras nuestra historia.
-¿Y
si engordo? -Ambos reímos-
-Entonces,
amaré cada kilo de más que tengas. No pienso abandonarte de nuevo
princesa. Estaré contigo, siempre.
-¿Lo
prometes?
-Tu
antigua yo, diría que prefiere más echos que palabras.
-Entonces,
demuéstramelo. Demuéstrame que te quedarás contigo.
-Seguiré
contigo hasta que te salgan arrugas por todos los lados y tengas el
pelo blanco. Seguiré contigo hasta que utilices bastón y necesites
de mi ayuda para moverte. Seguiré contigo hasta que mi corazón
deje de latir.
Escuché
un sollozo por su parte y, como auto reflejo, la apretujé más hacia
mi pecho. Ella rodeó mis caderas y me apretó hacia ella. Juraría
que, en cualquier segundo, ambos nos romperíamos a causa de la
fuerza que utilizábamos.
-Te
quiero princesa. Haré todo lo posible para que salgamos adelante.
Dejaré de trabajar si hace falta. -Besé su coronilla- Haré todo lo
imposible por ti.
-Deja
de hablar tanto y demuéstramelo. Demuéstrame todo lo que estás
diciendo y, solo entonces, te creeré.
-Está
bien, princesa.
Besé
la comisura de sus labios y la abracé una última vez.
-Será
mejor que me vaya. -Susurré-
-Quedate.
-Se aferró a mi-
-Princesa,
tengo que hablar con Dani y María.
-No,
por favor, quedate, quedate. Solo por hoy. Por favor.
Me
quedé embobado mirando sus ojos. Esos pequeños ojos marrones, que
brillaban con toda su intensidad.
-Está
bien, me quedaré.
-¡Bien!
-Empezó a dar saltitos-
No
pude evitar soltar una carcajada y volver a abrazarla. La necesitaba
tanto conmigo...
-Te
necesito -Susurré-
Agarré
sus mejillas, y no dudé ni un segundo en rozar sus labios con los
míos. Ella automáticamente cerró los ojos y sonrió. La adoraba
tanto. Jugué un poco con sus labios, hasta que ella me agarró por
la nuca y los juntó. Se sentía tan bien besarla...
Rodeé
su cadera con mis brazos y dejé mis manos en el bajo de su espalda,
mientras ella enredaba sus manos en mi cuello y tiraba suavemente de
mi pelo. Oh dios, estaba seguro que no podría controlarme.
Instintivamente,
empecé a caminar, hasta dejar la espalda de Míriam apoyada en la
pared. Ella me acercó mas hacia su cuerpo. Bajé una de mis manos
hacia su culo. Al ver que, ella no reprochaba, bajé la otra. La
apreté contra mi, sintiéndola cerca, sintiéndola gemir encima de
mis labios. La obligué a enroscar sus piernas en mi cintura,
mientras caminaba hasta el marmol de la cocina. La apoyé con
delicadeza y, poco a poco, fui besando desde sus labios hasta la
curva de su cuello. Allí me entetení a dejarle besos y marcándola.
Ella era mía. Sola mía.
Gemía
y se movía debajo mío, sacándome de mis casillas. Metió sus manos
por debajo de mi camiseta, subiéndola cuidadosamente. Me separé de
ella y sacó mi camiseta. La tiró al otro lado de la cocina.
-Sería
mejor... que.. siguiéramos... arriba. -Susurró entre besos-
Solo
me limité a sentir. Volví a agarrarla de sus nalgas y como pude,
subí las escaleras, mientras me deshacía de su camiseta del pijama.
Míriam desenroscó sus piernas de mis caderas y se apoyó en el
suelo. Agarró mi mano y nos metió en nuestra antigua habitación.
Una vez que cerró la puerta, me acorraló entre la pared y ella. Yo,
no me podía quejar. Empecé a dirigirme hacia la cama, puse una mano
en su baja espalda y, cuando sus piernas chocaron contra el bordillo
de la cama, ya estiré con cuidado. Bajé dándole besos por la
clavícula, mientras mis manos paseaban libremente por su cuerpo,
hasta llegar a la cinturilla de su pantalón. Lo bajé con cuidado,
mientras iba dejando besos por sus cortas y delgadas piernas. Volví
a besarla y no se en que momento, ella se encontraba encima de mi.
Mis
manos se encontraban apretando sus nalgas, con total libertad,
mientras ella estaba inclinada encima de mi, besando y marcando mi
cuello. Sus caderas se movían de arriba a bajo, provocándome.
Sentía dolor, necesitaba liberarme, necesitaba sacarme los
pantalones.
Por
un segundo, ella me estuvo mirando. Sus manos se dirigieron hacia mi
pantalón, desabrochando el cinturón y el botón. Levanté un poco
las caderas para que pudiera sacarlo mejor. Una vez fuera, suspiré.
Esto era otra cosa. Míriam volvió a colocarse encima de mi,
frotando nuestras partes íntimas, mientras apoyaba sus manos en mi
pecho.
-Como...
Como sigas asi... mhhh. No podré seguir. -Dije con dificultad-
Ella
mostró una sonrisa pícara y se levantó de encima mío. Sus manos
fueron hasta donde estaban colocadas sus braguitas y, lenta y
provocadoramente se las sacó. Quedó delante mía, completamente
desnuda. Me acerqué a ella y la tiré encima de la cama, provocando
que ella soltara un grito y estallara a carcajadas. Sus carcajadas
eran música para mi.
Después
de que soltara la carcajada, recorrí con mis manos cada centímetro
de su cuerpo, mientras me encargaba de chupar y morder con delicadeza
uno de sus pezones. Poco a poco, fui descendiendo, hasta llegar a su
sexo. Metí uno de mis dedos en la boca y lo dirigí hacia su entrada
y, lentamente lo introduje. Míriam soltó un gemido. Mientras
bombeaba lentamente el dedo en su interior, con mi lengua jugaba con
su clítoris. Podía sentir como ella se retorcía debajo de las
sábanas. Introducí un segundo dedo, y ella, se aferró a las
sábanas, arrugandolas bajo sus puños. Sus gemidos era música para
mis oídos.
En
un momento, noté como sus paredes se contraían, como su cuerpo se
agitaba, como su cuerpo se contraía a la vez que gritaba mi nombre.
Aflojó su agarre de las sábanas. Estiré la mano hasta llegar a una
de las mesitas de noche que se encontraban al lado de la cama, abrí
el primer cajón y saqué un condón.
-¿C-Como
sabías que estaban ahí? -Preguntó con la voz entrecortada-
-Porque
yo los dejé ahí -Le guiñé el ojo-
Ella
se sonrojó y me sacó el condón de las manos. Lo abrió con cuidado
y me miró. Bajé mis calzoncillos, hasta dejarlos reposando en el
suelo. Ella, se sentó y, con delicadeza lo puso, aunque tuve que
ayudarla. Besé sus labios y la estiré lentamente en el colchón.
Estuvimos besándonos hasta que entré en ella. Dios, seguía tan
apretada como siempre. Al principio, las embestidas eran lentas y
pausadas, hasta que las hacía bruscas y rápidas. Míriam enredó
sus piernas alrededor de mis caderas, para así, poder tener más
acceso en ella. Sus uñas se clavaron en mi piel. Seguí embistiendo,
estaba cerca, necesitaba liberarme, necesitaba sentirla conmigo,
hacerla mía de nuevo.
Tras
un par de embestidas más, estaba al límite. Ella besaba y mordía
mi cuello, hasta que me liberé, podría haber parado, pero sabía
que ella no había llegado aún. Con la poca fuerza que me quedaba,
le di un par de embestidas como las últimas. Fuertes y lentas. Hasta
que sentí sus paredes contraerse y se dejó ir.
Esperé
un poco a salir de ella. Se sentía tan bien, la sentía mía. Al
salir, ambos soltamos un suspiro. Me estiré a su lado y la apretujé
contra mi cuerpo.
-No
sabes, cuanto necesitaba hacerte mía. -Susurré en su oreja-
Ella
solo soltó una leve carcajada y se giró, mirándome.
-¿esto
será siempre así? -Preguntó-
-¿Así
como, princesa? -Pregunté mientras apartaba mechones rebeldes de su
pelo, hacia detrás de su oreja-
-¿Será
siempre sexo?
-No
siempre. Yo no solo quiero sexo de ti Míriam. Te quiero conmigo,
para toda la vida. Haré que vuelvas a enamorarte de mi y, si hace
falta, careceré de sexo.
-Pero...
yo no quiero que carezcas de sexo. -Dijo mientras se montaba encima
mío-
-¿Acabamos
de acabar y ya necesitas otra ronda? -Pregunté divertido-
-Mmm,
puede que aún me queden ganas de seguir. -Movió sus caderas-
-Ohhh,
por dios. ¡No hagas eso!
-¿Porqué?
¿Que sucede? -Preguntó en una sonrisa burlona-
-¿Que
sucede? ¿Que sucede?! Sucede que, como sigas moviéndote así, te
follaré de tal manera que no podrás levantarte ni de la cama.
-Tentada
estoy de probarlo -Guiñó un ojo-
Me
incorporé para besarla, cuando escuchamos unos llantos. Míriam
suspiró y se apartó de encima mío. Agarró sus braguitas y salió
de la habitación.
@smileerauryn