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jueves, 16 de enero de 2014

Capitulo 83



Cuando había dilatado ya los diez centímetros, me llevaron al paritorio. Incorporaron un poco la camilla y pusieron mis piernas a cada extremos de la cama levantándolas. Las enfermeras o las matronas o lo que fueran, entraron todas enseguida, seguidas de Álvaro, que se había puesto como un pijama azul con la mascarilla. Se puso a mi lado y me dio la mano mientras que con la otra se dedicaba a apartarme los pelos de la cara. La ginecóloga entró y se puso entre mis piernas. Que mal suena, por dios. Miró todo lo que tenía que mirar y me sonrió.

-Esto casi ya está. En breves te tocará empujar. ¿Quieres que te pongamos la epidural? -Asentí- Está bien.

Sacaron una aguja demasiado larga para mi gusto, me incorporaron y miré a Álvaro un tanto asustada. Agarré su mano. Tenía pánico a las agujas. Noté como me pinchaban y apreté más su mano. Dios, me iban a matar. Me volvieron a recostar y la ginecóloga volvió a ponerse entre mis piernas.

-Te voy a tener que decir que empujes. Parece que el bebé quiere salir ya...

Miré a Álvaro con miedo y él asintió. Empecé a apretar. Dios mío del amor hermoso. ¡Que dolor! Apreté con todas mis fuerzas la mano de Álvaro y este, pobre, apartaba el pelo de mi frente y dejaba pequeños besos en ella. No se cuanto estuve apretando, parecían horas y no podía evitar dejar de gritar.

-Juro por mi vida que la próxima vez que quieras tener un hijo, te corto lo de allí abajo. -Grité desesperada-
-Tranquila amor... -Besó mi frente-
-Empuja un poco más, la cabeza ya está saliendo.
-No puedo... No puedo... -Sollocé- Duele mucho. -Solté un grito-
-Venga, queda poco. -Alentó la médica- 1... 2... 3....

Empujé con toda mi fuerza, pero no había manera, la niña no quería salir. Estaba desesperada, dolía demasiado. ¿Porque no pude recurrir directamente a la cesárea? Maldigo mi vida y maldigo al órgano reproductor de Álvaro. Empujé, empujé y volví a empujar.

-Dios no puedo más. -Abrí los ojos y veía todo borroso. Parpadeé un montón de veces y seguía viéndolo igual-

La ginecóloga insistía en que debía empujar, por el bien de las dos. Sentí las manos de Álvaro en mis dos mejillas y juntó nuestros labios.

-Ya has oído. Tu puedes, eres fuerte Míriam. Empuja. Cuanto antes esté afuera, antes dejarás de sufrir.

Volví a asentir. Me sentía desorientada y mareada. Seguía las instrucciones de la ginecóloga. Empujé con toda mi fuerza un par de veces, hasta que sentí un alivio y un llanto. Álvaro besó mis labios. Las enfermeras arroparon a la niña y me la pusieron en los brazos. Es preciosa.

-Es preciosa -Murmuró Álvaro-
-Lo es. -Sonreí-

Álvaro agarró a la niña, las enfermeras me atendieron, me estuvieron revisando hasta que de un momento a otro perdí la consciencia. Solo recuerdo un par de gritos, ruido por todos lados y como le dijeron a Álvaro que saliera del paritorio.

Cuando me desperté, me sentía débil, me dolía todo. Tenía el cable del suero conectado a una vía en mi mano. Unos cables que conectaban a otros aparatos. Me sentía desorientada, no sabía donde me encontraba. Parpadeé un par de veces, hasta reconocer que estaba en una habitación blanca que olía a hospital. Giré mi cabeza al escuchar un siseo. Álvaro estaba sentado en el sofá, con la pequeña Leire en brazos, acunándola para que se durmiera.

-Tienes que dormir princesa, tienes que dejar descansar a mami. -La acunó- No se encuentra muy bien ¿sabes? Así que tienes que estar tranquilita y dormida, así mami no se despierta.


Álvaro empezó a cantarle una nana, y la pequeña empezó a cerrar sus ojos. Esa escena era demasiado tierna, cuanto daría por poder estar consciente del todo y que notara que estaba despierta. Se levantó y dejó a la niña en la cuna. Agarró mi mano y la besó. “Despiértate pronto princesa. No me asustes más de lo que ya estoy” susurró mientras apretaba mi mano. Solté un suspiro y lentamente abrí los ojos.

-Estoy aquí. -Susurré-
-¿Míriam? -Me miró y giré un poco la cara-
-Aquí estoy... -Apreté su mano- Estoy bien.
-Dios santo. -Se tiró encima mío- pensé que te perdía. ¿Como puedes hacerme una cosa así? Me has tenido acojonado.
-Lo siento... -Volví a susurrar-
-Tranquila, está bien... estás aquí. -Sonrió y acarició mi pelo-
-¿Que me ha pasado?
-Después de dar a luz, te desmayaste. -Frunció el ceño- Me diste un susto de muerte ¿sabes?
-No era mi intención. Lo siento.
-Basta de pedir perdón. Estás aquí y esto es lo que importa. -Juntó nuestras frentes y sonrió-
-Te quiero. -Nos besamos-

Al poco tiempo, la niña empezó a llorar. Álvaro bufó y la cogió en brazos, estuvo meciéndola durante un buen rato, pero no se calmaba. Le dije que me la tendiera y así lo hizo, la dejó con cuidado entre mis brazos y parece que se calmó un poco, aunque aún seguía con el llanto. Una bombilla se me encendió. Me aparté el camisón con cuidado y le di el pecho. Ella se aferró con ansias y empezó a chupar de él. Álvaro miraba y entrecerró los ojos.

-Que viciosa. Eso solo puedo hacerlo yo. -Se cruzó de brazos y solté una pequeña carcajada-
-Te tendrás que acostumbrar, estos ya no son tuyos. -Le guiñé el ojo y acaricié la mejilla de Leire- Tiene tu nariz. -Pasé el dedo por la nariz de Leire-
-¿No suele ser al revés? -Le miré confundida- Digo, normalmente se parece más al padre, aunque siempre dicen que la nariz y la boca es de la madre... ya sabes -Rodó los ojos-
-No tiene porqué ser así -Solté una carcajada e hice una mueca. Leire me había mordido- Eso no se muerde, mala.
-¿Dolió? -Preguntó mientras se sentaba a mi lado-
-No tienes ni idea... -Bufé-

Nos quedamos embobados mirando como la niña comía. Tenerla entre mis brazos, era lo que más estaba deseando de estos nueve meses. Por fin la tenía entre mis brazos. Sin duda, era hija de Álvaro. Tenía su misma nariz, hasta me pareció verle los ojos verdes, pero, aún es demasiado temprano para darlo por echo.

La niña, después de comer se quedó dormida. Álvaro la dejó en la cuna y volvió a sentarse a mi lado, en la cama. Rodeé su cintura con mis brazos y apoyé mi cabeza en su estómago.

-¿Se puede ser más feliz? -Pregunté mientras metía una mano por dentro de su camiseta- Tengo a mi familia, tengo a mis amigos, tengo a la pequeña... te tengo a ti. Somos felices. ¿A caso se puede pedir más? -Le miré-
-No lo se, pero lo único que quiero conservar son todos estos momentos en los que estamos así. -Me acarició el brazo- Eres mi vida Míriam. Mi razón de ser, mi media naranja. -Besó mi pelo- Me alegro de haberme chocado contigo en ese aeropuerto, me alegro de que no gritases como una fan loca, me alegro de haber coincidido en el hotel... Gracias a eso estás aquí.
-Fue una locura que llamases a mi padre para pedirle permiso para irme a vivir a Madrid. -Recordé- ¿Que se te pasó por la cabeza en esos momentos?
-No quería separarme de ti. Empezabas a gustarme y sabía que si lograba convencer a tu padre, algo bonito surgiría entre nosotros.
-Me alegro de que siguieras esa intuición, porque si no fuera por ti, ahora no estaríamos aquí, juntos, y con una hermosa hija. -Acaricié su pecho-
-¿Que piensas que hubiera sido de nosotros si tu padre hubiera dicho que no?
-No lo se -Alcé los hombros- Quizás yo ahora mismo estuviera de nuevo con Andrés, o con algún otro haciendo vete tu a saber que tontería y no estaría en estos momentos aquí contigo. -Besé su pecho por encima de la camiseta- Te quiero Álvaro. Te quiero tanto que me da miedo a perderte. -Me aferré a él- Tanto que siento que por cualquier estupidez todo esto se irá al garete.
-Shhhh, tranquila. -Me acunó- No pienso dejar que esto se vaya a la mierda por una tontería Míriam. Hemos estado separados mucho tiempo y todo ese tiempo para mi, fueron años. No puedo vivir sin ti, sin tu risa, sin tus besos de buena mañana, sin oler tu perfume, sin tu cuerpo... Simplemente no puedo. Eres como una droga para mi. Una droga demasiado adictiva. Eres mi mujer, juré protegerte y estar en las buenas y en las malas, y eso es lo que pienso hacer. Estaré contigo para lo bueno y para lo malo. No pienso volver a dejarte. Lo hice una vez, dos. Y nunca más.
-Tengo miedo de que haya una tercera vez y sea la definitiva -Susurré-
-No la habrá. Y si la hay, pienso hacer todo lo que esté a mi alcance para volver a recuperarte. No estoy dispuesto a volver a perderte, y mucho menos ahora. Envejeceremos juntos, veremos como nos arrugamos y juntos, sabremos cuidar a Leire. La veremos crecer, dar sus primeros pasos, sus primeros dientes, sus primeras palabras... No nos perderemos nada de ella y veremos como crece. Al igual que sus futuros hermanos. -Me separé de él-
-¿Quieres tener mas hijos?
-Claro. Tres concretamente.
-Entonces... Los parirás tu ¿verdad? Porque yo no pienso pasar por ese dolor, otra vez...
-Si pudiera hacerlo... -susurró y se echó a reír- Creo que aún sigues drogada.
-No sigo drogada Álvaro. Lo digo de verdad. -Le miré sería-
-Si, si, lo que digas amor. -Besó mi cabello- Será mejor que descanses un poco antes de que entren los chicos y se monte el alboroto. ¿Si?
-Si... Será lo mejor -Bostecé-


Cerré poco a poco los ojos. Me quedé dormida encima del pecho de Álvaro. Creo que, ambos nos quedamos dormidos, abrazados

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  • 4 comentarios:

    1. Hola amor!!! Me encanta son un amor, son tan monos, tan asfghjklñ
      Tengo ganas de leer mas a si que espero que actualices pronto.

      Besos, María.

      PD: Siento que sea tan corto pero es que estoy estudiando que mañana tengo examen

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    2. Yo también espero actualizar pronto, pero, mi inspiración está fuera.
      Gracias por leerla.
      Besitoooooos :*

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    3. La forma en la que has descrito el parto ha sido muy original, muy descriptivo y muy realista. Me encanta.
      Espero que sigas con el siguiente capítulo pronto y que lo publiques cuanto antes porque tu novela se va superando por cada capítulo que escribes. De verdad, esta geNiall.
      SIGUIENTE :)

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      Respuestas
      1. Me alegro de que te guste. Gracias por leerla!
        Espero subirla pronto
        Besitos!

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